No sólo en las tremendas alteraciones climáticas puede verse este impacto. La nocividad generada por la actual sociedad alcanza todos los ámbitos de la vida, pues todos están sometidos a los imperativos de la economía, que tiene en el desarrollo técnico a su fiel aliado. El agua, elemento indispensable para la vida, va camino de convertirse en una mercancía más, y una mercancia tanto más valiosa en cuanto se hace cada vez más difícil acceder a ella sin residuos contaminantes (tanto los ríos como los acuíferos subterráneos se han convertido en vertederos de los productos químicos indispensables para el sistema industrial). Lo mismo ocurre con el aire; aunque todavía no se ha comercializado en botellas de plástico como el agua, esta posibilidad no parece tan lejana al observar las nubes de smog que se sitúan sobre nuestras ciudades (y las imágenes de habitantes de ciudades como México DF o Tokio viéndose obligados a usar mascarillas apuntan también en esta dirección). La tierra, cuyo acceso libre se hizo ya prácticamente imposible con el proceso de desposesión que posibilitó el desarrollo del modo de producción capitalista, sufre también los efectos de la barbarie industrial, y va quedando yerma y desierta a medida que ésta avanza; los campos cultivados por la agricultura industrial necesitan cada vez más fertilizantes químicos para poder extraer algún fruto de ellos, al mismo tiempo que las motosierras abren paso a la necesidad de nuevos terrenos que explotar.
La lista de calamidades generadas por la actual organización social y económica (que encuentran en la técnica su justificación y su soporte) sería larga, y no merece la pena detenerse en elaborarla pues la catástrofe está ante los ojos de todxs. Es de los medios para combatir todas las nocividades (lo que significa combatir la sociedad que las produce) de lo que resulta más valioso hablar, pensar, analizar. Es la búsqueda de armas para la lucha contra este sistema que sólo genera muerte y destrucción la tarea que se nos impone con mayor urgencia, porque a cada minuto que pasa la devastación en curso se vuelve mayor y más difícil de revertir.
Hay una grieta abierta en el cemento que nos inunda, una grieta que debemos extender por todos los medios hasta que la vida florezca sobre el cadáver de esta civilización.
Texto extraido del zine Ecotopía nº3.
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