
Esto es lo que nos define como proletarixs. Hemos sido desposeídxs de nuestra capacidad para determinar las condiciones de nuestra propia existencia. Pero esta desposesión no es un desarrollo histórico predeterminado e inevitable. Ahora mismo, en los márgenes del orden capitalista, en lugares como Bougainville y Papua Occidental, se puede ver cómo tiene lugar esta desposesión; individuos con nombres y rostros, las instituciones que establecen con el fin de ejercer su poder y quienes eligen obedecerles debido a la extorsión de la supervivencia, actúan con violencia para desposeer a aquellxs que todavía tienen alguna libertad para cr

Pero no son sólo las actividades de quienes mandan lo que reproduce el actual orden de dominación y explotación sino también, y más esencialmente, la actividad de quienes les obedecen. Aquí, en el corazón de la bestia, nuestra desposesión parece ser completa. A diferencia de

El orden social del Estado y el capital nos deja muy pocas opciones. Unx puede entender que alguna gente, como Daniel Quinn, sugiera que “le demos la espalda”, pero contra un sistema que requiere la expansión esto no es ninguna solución. Si la gente de las montañas de Papua Occidental se ha visto forzada a tomar las armas contra la intrusión del orden civilizado, quienes vivimos en su corazón no podemos fingir que podemos simplemente huir. Si no queremos aceptar nuestra explotación y elegir la obediencia con alguna insignificante trasgresión ocasional, estamos obligadxs a vivir fuera de la ley, tratar de robar nuestras vidas de nuevo lo mejor que podamos, contra viento y marea.

Cada vez se está imponiendo una vida similar a más y más gente. La multitud de campesinxs y miembros de pueblos tribales que se ven forzadxs a abandonar las tierras donde hacían sus vidas no tienen un trabajo esperándoles en las ciudades a las que se ven obligadxs a emigrar. E incluso en las naciones opulentas del Norte mucha gente se encuentra hundida hasta el fondo. El único sitio para estas personas es el ámbito de la economía ilegal, el llamado “mercado negro”. Pero eso sigue siendo el Mercado, estas personas siguen estando explotadas y la supervivencia sigue predominando sobre la vida.
Para lxs anarquistas y revolucionarixs la cuestión no es la mera supervivencia sino la reapropiación de la vida, la demolición de las condiciones de existencia que nos han sido impuestas. Este proyecto requiere finalmente la revuelta activa de la multitud de explotadxs y excluidxs, además de quellxs que resisten en los márgenes a los intentos de las instituciones capitalistas para robarles sus vidas. Pero a menos que unx tenga fe en algún tipo de determinismo histórico o espontaneísmo no tiene sentido cruzarse de brazos y esperar hasta que sea “el momento apropiado” y las masas se levanten.
Nuestra actividad crea las circunstancias en las que puede florecer la insurrección. Nuestro rechazo a obedecer, nuestra insistencia en crear nuestras propias vidas por nosotrxs mismxs, aquí y ahora, por encima de todo, y en atacar a las instituciones de dominación y explotación con las que nos enfrentamos en nuestras vidas, son las semillas de la Revolución. Si la Revolución es la lucha colectiva por la realización individual (y ésta me parece ser la forma más consecuentemente anarquista en que se puede entender el término) y, por tanto, contra la proletarización, aquella se desarrolla con la solidaridad que surge entre individuos en revuelta que reconocen su lucha en las luchas de otrxs. Por esta razón, y por el gozo que me proporciona aquí y ahora, no esperaré hasta que sea el “momento apropiado” sino que empezaré a apoderarme de nuevo de mi vida aquí y ahora.
Texto publicado en el zine Ecotopía nº3 y traducido originariamente de Willfull Disobedience, Vol.2, nº 11.

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